Por Roberto de Mattei
Roma loquitur, confusio augetur
En la mañana de hoy, sábado 14 de enero, han tenido lugar en la basílica de San Pedro, no sin cierta incomodidad, los funerales del cardenal George Pell, que falleció inesperadamente en la tarde del pasado día 10 en Roma.
La molestia se debió a que se ha atribuido al cardenal Pell un texto redactado bajo el pseudónimo de Demos que circuló entre los cardenales en la Cuaresma del año pasado. El cardenal Pell negó ser el autor del documento, que entre otras cosas afirma: «El pontificado de Francisco es un desastre en muchos sentidos y aspectos, una verdadera catástrofe». No menos severa es la crítica, que en esta ocasión sí fue firmada por el purpurado, vertida en un artículo publicado en la víspera de su fallecimiento por el semanario inglés Spectator.
En el artículo, Pell critica el documento del Sínodo de la Sinodalidad y lo califica de pesadilla tóxica y dice que es «uno de los documentos más incoherentes jamás enviados desde Roma», que no adopta posturas definidas sobre «el aborto, la anticoncepción, la ordenación de mujeres al sacerdocio y la actividad homosexual». Afirma Pell: «El Sínodo de los Obispos Católicos está ahora ocupado construyendo lo que ellos consideran el “sueño de Dios” de la sinodalidad. Por desgracia, este sueño divino se ha convertido en una pesadilla tóxica, a pesar de las buenas intenciones declaradas por los obispos. Leemos que el pueblo de Dios necesita nuevas estrategias; no peleas y enfrentamientos, sino diálogo, en el que se rechaza la distinción entre creyentes y no creyentes. El pueblo de Dios debe escuchar realmente, insiste el folleto, el grito de los pobres y de la tierra».
Ahora bien, «debido a las diferencias de opinión sobre el aborto, la anticoncepción, la ordenación de mujeres al sacerdocio y la actividad homosexual, algunos han considerado que no se pueden establecer ni proponer posturas definitivas sobre estos temas. Lo mismo vale también para la poligamia, para el divorcio y las segundas nupcias. Sin embargo, el documento es claro sobre el problema especial de la posición inferior de las mujeres y sobre los peligros del clericalismo, aunque se reconoce la contribución positiva de muchos sacerdotes. ¿Qué se debe hacer con este popurrí, con esta efusión de buena voluntad de la Nueva Era? No es un resumen de la fe católica ni de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Es incompleto, hostil en aspectos significativos a la tradición apostólica, y en ninguna parte reconoce el Nuevo Testamento como la Palabra de Dios, normativa para todas las enseñanzas sobre fe y moral. Se ignora el Antiguo Testamento, se rechaza el patriarcado y no se reconoce la Ley de Moisés, incluidos los Diez Mandamientos (…) Los dos sínodos finales que se celebrarán en Roma en 2023 y el 2024 deberán clarificar su enseñanza sobre las cuestiones morales, ya que el Relator (redactor jefe y administrador), el cardenal Jean-Claude Hollerich, ha rechazado públicamente las enseñanzas fundamentales de la Iglesia sobre la sexualidad, alegando que contradicen la ciencia moderna. En tiempos normales, esto habría significado que su continuidad como relator era inoportuna, incluso imposible. (…) Los sínodos tienen que elegir entre ser servidores y defensores de la tradición apostólica en materia de fe y moral, o decidir si su discernimiento les obliga a afirmar su soberanía sobre la enseñanza católica. Deben decidir si las enseñanzas básicas sobre cosas como el sacerdocio y la moral pueden aparcarse en un limbo pluralista en el que algunos optan por redefinir los pecados». (…) Hasta ahora el camino sinodal ha descuidado, incluso menospreciado lo Trascendente; ha ocultado la centralidad de Cristo con alusiones al Espíritu Santo y fomentado resentimientos, sobre todo entre los participantes. (…) Los documentos de trabajo no son parte del Magisterio, sino puntos de partida para debates. Tienen que someterse al juicio de todo el pueblo de Dios, y de manera especial los obispos, con el Papa y bajo su autoridad. Este borrador necesita cambios radicales. Los obispos tienen que darse cuenta de que hay mucho que hacer, por el amor de Dios, lo antes posible».
Desgraciadamente, estas veraces palabras no pueden hacer otra cosa que preocupar a quienes amen de verdad a la Iglesia. Es imposible negar que reina una confusión creciente, que un gas tóxico infecta el Cuerpo Místico de Cristo, semejante al humo de Satanás del que hablaba Pablo VI.
Mientras se celebraban las exequias de monseñor Pell tenía lugar a dos pasos de allí, en el mismo Vaticano, una acalorada audiencia del proceso al cardenal sardo Becciu, en el que el papa Francisco se ha visto involucrado directamente. Ante los escándalos doctrinales y morales, el papa Francisco calla o se expresa de modo ambiguo o contradictorio. No podemos menos que dar la razón a las palabras de Demos, quienquiera que sea el que se oculta tras dicho pseudónimo: «Desde San Ireneo, la Iglesia ha desempeñado históricamente una misión exclusiva de mantener la tradición apostólica, la regla de la fe; de garantizar que en los templos se siga enseñando lo que nos enseñaron Cristo y los Apóstoles. Antes se decía Roma locuta, causa finita est (Roma ha hablado, la disputa está resuelta). Hoy se puede decir: Roma loquitur, confusio augetur [Roma habla, y aumenta la confusión]».